3.776 de Mariela Vita

3.776 metros es la altura del Monte Fuji, el pico más alto en Japón, un volcán cónico situado en la isla de Honshu, al oeste de Tokio. Lugar sagrado, sitio de peregrinación y destino turístico, el Fuji-san constituye también una imagen reiterada en la cultura popular, la literatura y el arte japoneses. 

En la obra de Mariela Vita la representación del Fuji ingresa como parte de una constelación de imágenes, signos y referencias que aluden al Japón y, más precisamente, a determinados aspectos de su cultura. Entre estas referencias, se encuentran las apelaciones a las imágenes kawaii (tiernas, adorables) que la cultura japonesa extiende a los más diversos artefactos y medios -como el anime, los juguetes, la comida, la moda, el transporte o la publicidad gubernamental, entre otros muchos objetos o dispositivos-, a la vez que modelan formas de consumo y comportamientos. Vita acude a lo kawaii en la imagen del Fuji o en los dibujos de vegetales, frutas, animales y objetos, en los que el tratamiento del esfumado con pastel seco remite al arte nagomi

Junto con las referencias al kawaii, la obra de Vita entrecruza otros registros de la imagen. Incorpora y dispone materiales que convocan y reelaboran los repertorios formales y expresivos de los proyectos Proun de El Lissitzky, la vanguardia concreta y Madí o moviliza apelaciones a la imaginación surrealista, a espacios y situaciones modelados por la fantasía o a géneros artísticos como el bodegón. 

A partir de la articulación de estos diferentes elementos Vita compone constelaciones de objetos, imágenes y materiales muy diversos, cuyo encuentro en el muro o en la sala de exposición, en sus instalaciones o dibujos, obedece a un movimiento vital, a la existencia de una energía animista o alma. Para Vita, precisamente, la producción artística está atravesada por la concepción animista de que las fuerzas de la naturaleza, los elementos naturales y el conjunto de objetos que forman parte de nuestro cotidiano, están dotados de dicho movimiento vital. Este pulso interno articula la proximidad y el contacto entre los diferentes objetos de la obra. Los mismos materiales con los que Vita trabaja -hierro, madera, neón, cuerina, tubos fluorescentes, entre otros- aparecen movidos por este pulsar animista. 

La obra de Vita nos invita a la detención y la pausa, a la contemplación y la escucha del susurrar quieto de los objetos, al tiempo del lento latir de los materiales y las formas. 

Fernando Davis, Marzo 2021.

¨3.776 metros es la altura del Monte Fuji, el pico más alto en Japón, un volcán cónico situado en la isla de Honshu, al oeste de Tokio. Lugar sagrado, sitio de peregrinación y destino turístico, el Fuji-san constituye también una imagen reiterada en la cultura popular, la literatura y el arte japoneses.¨

Antes del paisaje de Pablo La Padula

Guiado por su magnetismo animal, el naturalista se funde en el territorio. El sol alto marca su frente, enceguece su mirada, calcina la hoja, enciende la piedra que toca y el mar se aplana ante el peso de su luz.

Caminar así desnudo por el territorio, absorberlo e imprimirlo en el cuerpo. Fundirse en él sin narrativa previa, en silencio, solitario, salvaje, aquietando la voz interior, he ahí un posible camino a la comprensión emocional de la naturaleza de lo diferente.

Antes del paisaje, la percepción del territorio previa a toda racionalización u amoldamiento estético o semántico. Piedra, vegetal y agua, trazas azarosas de un encuentro anudado por la estela gaseosa del humo de un vela encendida a orillas del prístino mar mediterráneo del Golfo de Saint Tropez, saturado de historias y sentidos que enmudecen tal vez su más bella esencia natural de lo simple, frágil y de lo sin tiempo.

Pablo La Padula, Verano 2021.

 

*Inmersa en el paisaje

Hay una presencia en la obra de La Padula que sobrevuela su producción, muchas veces ignorada. Entrecerrando los ojos, en los paisajes aparecen arquitecturas. Se construyen en medio del humo y se figuran épicas, dispuestas a manifestarse frente al espectador atento que las observe. “Antes del paisaje” es parte de un trabajo de campo realizado en los Alpes Marítimos del Golfo de Saint Tropez, Cote D´Azur, Francia en el verano del 2019. Allí La Padula dio con tres elementos que funcionan como ejes en esta exposición: un herbario cuidadosamente seleccionado y estudiado, una reunión de rocas que luego interviene y una serie de ruinas romanas escondidas por el mar. Los “humos” del artista fueron persuadidos por estas figuras enigmáticas y dieron en la clave de un clima metafísico.

Como diría Odilon Redon, aquí vemos la lógica de lo visible al servicio de lo invisible. En esta serie de obras se vuelve evidente el plano metafísico de su trabajo, aunque siempre estuvo presente. ¿Es paradójico o complementario pensar a un científico metafísico? Mientras investiga las posibilidades y limitaciones del humo como herramienta artística, se pregunta por lo que hay más allá de la física, y plantea en el espacio de una hoja en blanco sus dudas sobre la existencia y aquello que no está probado empíricamente.

Fluctuando entre ciencia y espíritu, en la sala se despliega un damero de herbarios acompañado por escenarios vertiginosos y coloridos. Las rocas, esculturas naturales que el artista transforma en instalación, son guardianas de este paisaje inescrutable en el cual me encuentro inmersa.

Clara Ríos, Marzo 2021.

Esta selección de obras es parte de un proyecto de cartografía artística y de ciencia expandida sobre territorios naturales inmaculados. Hace uso activo para ello de la captura intuitiva de elementos salvajes, como ser el fuego, la flora, fauna y la geología de cada lugar

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