Miranda Bosch inaugura la sección de exposiciones virtuales apropiándose de estrategias de comunicación digitales para reflexionar sobre la aparición del medio tecnológico en la realización de muestras, redefiniendo el concepto de exposición.

Este nuevo entorno simbólico, donde lo virtual constituye una parte importante de nuestra realidad, deja abierto nuevos abordajes a la hora de pensar una exposición, así como formas alternativas de divulgación.

Nuestra aptitud para estar en contacto con situaciones no familiares depende de nuestra capacidad de sentirnos cómodos con aquello indeterminado o ambiguo, como lo fue, sin dudas, el año pasado. Si algo aprendimos de la experiencia 2020 es que las cosas que ocurren virtualmente, realmente ocurren, existen, funcionan y se manifiestan. Entonces, ¿realmente no es una exposición?

Tal vez tengamos que acostumbrarnos a la existencia de un alter ego aunque esa idea parezca inverosímil, ya que los tenemos más cerca de lo que creemos: la virtualidad nos provee de un mundo paralelo, dentro de cables y pantallas. Los artistas aquí seleccionados remarcan la inestabilidad de ciertas nociones, y nos recuerdan que los alter egos son posibles: en la dimensión de lo onírico, o en otras realidades, personajes y tiempos.

Este conjunto de obras abre la pregunta sobre la posibilidad de pensar en mundos alternativos o universos paralelos. Romantizando la idea de crear una exposición en la virtualidad, la pensamos desde los conceptos del alter ego, la copia o la simulación.

Es sabido que si algo tiene éxito, no tardan en aparecer las copias. En algunos casos estas copias son incluso más sofisticadas que los objetos originales, dándole una nueva entidad y contexto para su exposición. Como consecuencia,  estas nuevas piezas se vuelven incluso más fetichizadas y coleccionadas. La potencia que existe entonces en la copia pone en duda qué se considera original cuando hablamos de algo único, ¿ es lo que vino primero? ¿quién lo hizo? o simplemente ¿cuál es más anhelado por el público?

Obras donde los géneros no se cierran sobre sí mismos. Obras que surgen de prácticas híbridas, o más bien móviles, donde la simulación, el disfraz y lo aparentado tienen un gran protagonismo.