En pleno corazón del barrio de San Telmo, Andrés armó su taller en la planta baja de una casona de los años 30 que restauró junto a su familia, devolviéndole su arquitectura e impronta original. 
Las distintas habitaciones que rodean el patio central de pisos calcáreos, las convirtió en pequeñas salas donde despliega sus materiales, algunas de sus obras y una gran mesa de trabajo en la que lee y dibuja.
Después de compartir un día de creación en su taller, podemos afirmar que si hay algo que caracteriza a Andrés es la austeridad, el orden, la prolijidad y estar atento a cada detalle del proceso de su obra.
¡pasen y vean!

“Suelo pasar entre cinco y siete horas por día en el taller. Al momento de pintar trato de ser cuidadoso y ordenado. Creo que con el tiempo voy generando un método, pero toda esa exactitud no garantiza para nada la calidad de una pintura. Eso es lo que me fascina del arte: su complejidad. La obra puede ser perfecta en su calidad técnica y ser una mala obra, entonces la lijo y empiezo de nuevo”.