Melodrama
Lola Erhart
La luz del sol rebota sobre el lago Nahuel Huapi, invitándose por las ventanas del taller de Lola Erhart. Como si el reflejo se posase sobre los objetos para volverlos parte de su atmósfera, la luz tiñe todo a su...
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agosto 2024 — noviembre 2024
Planta Baja
La luz del sol rebota sobre el lago Nahuel Huapi, invitándose por las ventanas del taller de Lola Erhart. Como si el reflejo se posase sobre los objetos para volverlos parte de su atmósfera, la luz tiñe todo a su paso. Entre estos espejismos lumínicos, y mientras Lola unta, empuja y raspa el óleo sobre la tela, la distancia entre los personajes impetuosos y vivientes y quienes habitan la tela comienza a desaparecer. Uno no representa al otro, uno es el otro: son entidades completas, que incluyen el costado oculto e intrínseco de cada retratado.
Titulada con un término cinematográfico, adelantando una narrativa particular, la primera exposición de Lola Erhart en Miranda Bosch presenta un conjunto de pinturas que se pregunta en relación a cómo concebir un retrato de época que incorpore la intensidad del carácter en la subjetividad de la experiencia. Melodrama indaga sobre afectos, fantasías, expectativas, huellas y sus percepciones en un grupo de personas nacidas en la década del 80 y principios de los 90.
Con una práctica autorreferencial y vincular, Lola trasciende la representación para explorar un código que expone la intimidad de sus retratados, que señala las problemáticas que los atraviesan, agotan, frustran y dan vida. Un living desordenado, juguetes, libros, una pinotea que se funde con un fuego que asoma en una esquina, son los universos de los personajes cuya época está materializada en una pincelada abierta y a veces furiosa. Su pintura, con una estética apropiada de pintores figurativos del Reino Unido de la segunda mitad del siglo XX, se vuelve íntima capa a capa. Las actitudes desinhibidas de sus personajes relatan un vínculo estrecho con la pintora, quien desarrolla un lenguaje suelto, con una pincelada grande, segura e informal. Su intimidad empalma con la carnalidad de la pintura: allí emerge la vulnerabilidad y la densidad psicológica atravesada por una representación que indica un espacio-tiempo concreto.La aprehensión generacional de los códigos es tan punzante y profunda que el más mínimo gesto sígnico puede provocar su reconocimiento. El fetiche por lo vintage y por las piezas únicas, la igualdad de condiciones en la familia, el insistente desciframiento del puerperio, la soledad y vulnerabilidad frente a determinados desafíos de la adultez son algunos de los síntomas de los nacidos hace 35-40 años. Lola Erhart se acerca con sus pinturas a las problemáticas que los cruzan y les dan forma como seres vivos, anímicos y ma-paternales. Así como el reflejo de la luz barilochense pinta la imagen de su entorno, Lola crea una atmósfera sobre la tela transformando lo intangible en metáfora. En Melodrama, ella ensaya la idea de la representación como un código emocional posible, como el reflejo de la percepción sensible de su comunidad.