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En memoria a Sebastián Miranda

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Gaspar Acebo

1 Domesticar el azar y la incertidumbre del mundo ha sido una tarea constante a lo largo de la aventura humana. Se crearon mapas para abordar el espacio como así también relojes y calendarios para tratar con el tiempo. Si...

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noviembre 2020 — enero 2021

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Domesticar el azar y la incertidumbre del mundo ha sido una tarea constante a lo largo de la aventura humana. Se crearon mapas para abordar el espacio como así también relojes y calendarios para tratar con el tiempo. Si bien la técnica de los artefactos cambia, hay cierta inmanencia del orden de lo vital que el tiempo no altera. 

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La materia y la vida se auto perpetúan por reproducción y copia constante.

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El grafito (derivado del griego gráphein,”escribir, grabar, dibujar, describir”) es un mineral negro, lustroso, blando y opaco formado por carbono cristalizado. El grafito está compuesto de la misma molécula que se apila espacialmente de varias maneras distintas creando estructuras diferentes. Otra configuración del carbono en escala geológica es el diamante.

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La memoria vegetal está intacta en cada fibra de la pasta de celulosa, lo cual hace que el papel sea receptivo al entorno, maleable y copie cualquier superficie. Desde hace siglos ha sido un soporte indispensable para registrar físicamente aspectos de índole intangible como pensamientos e imágenes. Si una hoja de papel se pliega o abolla deja de ser plana.

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Al igual que en occidente, en la antigua China, el aprendizaje de la práctica artística se ha desarrollado copiando. Actualmente, allí usan dos conceptos para designar la copia. El término fangzhipin se refiere a las recreaciones en las que es evidente la diferencia respecto de un original. El segundo concepto se denomina fuzhipin, que en este caso se trata de una reproducción exacta del original, que para los chinos tiene el mismo valor que el original. 

La idea de lo original aparece en el mundo occidental en el siglo XVII asociado con la verdad. 

La verdad es una técnica cultural y una convención más o menos consensuada.

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La copia como declaración de amor y ósmosis del conocimiento: en el ámbito de la escritura es conocida la idea que postula que al copiar la letra manuscrita de un/a escritor/a admirado/a se accede a sus atributos. Ciertas prácticas caníbales coinciden en la creencia de la transitividad de las cualidades. ¿Se ama lo que se admira? El amor es irracional, no puede explicarse al igual que el arte y que algunas decisiones asumidas para generar experiencias sensibles.

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Una copia también es una traducción. Desde algo que existe en un sitio en condiciones e historial específicos, a otra materialidad ubicada en otro contexto. No existe la traducción literal, siempre es distinta al material precedente. 

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Velázquez retomó una tradición italiana iniciada 200 años antes que consistía en firmar las pinturas con la representación de un papel inserto sin ninguna relación narrativa con el resto del cuadro. El pintor sevillano innovó dejándolos vacíos —era habitual agregar textos allí— en una especie de antifirma, una reafirmación de no especificar su nombre.

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El vacío es la transfiguración del silencio en clave material. La ausencia es posibilidad.

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Gaspar Acebo reflexiona —y acciona— sobre la posibilidad de representar algo sobre sí mismo. Una y otra vez. Es la nota pedal que reverbera en las piezas que componen esta exhibición. Ensayos que adquieren diversas materialidades y especificidades, que tienen al dibujo y sus derivas como núcleo de irradiación, piel y cuerpo de su experiencia.

Sintonizando una frecuencia paradojal, lítica y leve, apela a un saber práctico e intemporal. Indaga en el intersticio que existe entre realidad y ficción a la vez que propone inflexiones en torno al tiempo, a los materiales y a los procesos de trabajo.  

Tensiona la idea de original y nos muestra que un territorio se puede plasmar en un mapa vacío a través del rastro de lo fortuito y de las fuerzas invisibles no-humanas.

Con papel de seda, yeso o trazos de grafito “escribe” el tiempo y las distintas formas del misterio que se halla latente en las cosas, confiando el límite de cada superficie a distintas operaciones —voluntarias y no— que alteran lo tangible.

Estas piezas, administradas por el artista como tesoros, generan un ecosistema poliforme, una atmósfera de ralentización del tiempo. Están basadas en cosas que existen, que podrían estar al alcance de todos/as. Silenciosas, resguardan y revelan un secreto. Podrían provenir de la zona ártica deleuziana, donde se esfuma la referencia del sentido —un espacio de libertad absoluta— en donde todo es familiar y extraño a la vez.

Gaspar Acebo nos presenta los mapas y relojes forjados en tenaz viaje hacia los múltiples centros gravitatorios de su experiencia que transita con plenitud y consciencia de la corta distancia que por un lapso nos diferencia del humus que pisamos.

Si tuviésemos el tiempo de las rocas, donde hoy vemos trazos de grafito veríamos diamantes y de fondo, el universo en fuga perenne. 

       Camilo Guinot

           Villa Urquiza, Febrero 2020

Artistas expuestos en esta exhibición

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