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Esa extraña forma mía de aparecer

CRISTINA SCHIAVI

Sobre Esta extraña forma mía de aparecer de Cristina SchiaviSilenciosa y algo dark, la producción artística de Cristina Schiavi es una de las más inquietantes de los últimos años. Desde principios de los noventa, manipula con extrañeza los objetos producidos...

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abril 2016 — mayo 2016

Quintana

Sobre Esta extraña forma mía de aparecer de Cristina Schiavi
Silenciosa y algo dark, la producción artística de Cristina Schiavi es una de las más inquietantes de los últimos años. Desde principios de los noventa, manipula con extrañeza los objetos producidos y catalogados por la heteronorma e intenta raspar, junto a artistas de su generación y más jóvenes, las marcas sexo-genéricas del modernismo geométrico. No obstante, para volver a pensar estas imágenes urge desandar las escrituras del arte que, como tecnologías de género, han soslayado e invisibilizado las trayectorias de las mujeres que integraron el programa curatorial del Rojas –como Cristina– y su inscripción estética y política dentro de ese relato histórico.
Extraídas de El Eternauta –al igual que el título de la exposición–, las frases
pintadas sobre las paredes, “sentí un golpe”, “me estremecí” y “no estalló”, sugieren cierto suspenso, parecen desprenderse de un conjunto de emociones brotadas de la razón o la pasión, pública o privada. Son palabras de una dimensión afectiva: la vulnerabilidad. Guiados por Deleuze (desde Spinoza), podríamos explicar este proceso a través de la afección, es decir, “el estado de un cuerpo en tanto que sufre la acción de otro cuerpo”, en el encuentro con otro cuerpo nos modificamos, aumenta nuestra potencia de actuar o, de lo contrario, se destruye, siempre a través de dos afectos: tristeza y alegría. En las primeras décadas del siglo XX, el arte no figurativo funcionó como la hoja en blanco de la vanguardia. Sin embargo, no todo fue un frío cálculo en la lucha por la autonomía –lo explícitamente fijado–, como dice Williams: “lo personal: esto, aquí, ahora, vivo, activo, subjetivo” escapa. Se trata de interpelar los cambios en las estructuras de sentimientos, “como son vividos y sentidos activamente” los valores
y los significados de un época. Interpelado por Sara Ahmed, me pregunto: ¿qué afectos lograron sostener e, incluso, sedimentar las conexiones de ideas, valores y objetos de estos proyectos artísticos? Comenzar a responder este interrogante, sin saber a qué puerto arribar, permitiría pensar o, mejor dicho, ablandar al modernismo desde lo que tomó y negó. En este sentido, si las pinturas abstractas de Hilma af Klint –espiritista de la primera hora– son producto de ejercicios para moldear lo invisible, las obras de Cristina Schiavi dan materia a las intensidades –de uno o más cuerpos– en objetos
estetizados, ante todo, por su diseño inútil y sus combinaciones cromáticas, estructuras geométricas (y biográficas) que funcionan como un testimonio introvertido de sus afectos.
Una figura solitaria –¿autorretratada?– está integrada en cada obra, se esconde, ausenta y dispone miméticamente, un poco como estrategia de supervivencia y, otro poco, como recordatorio que siempre estuvo en ese lugar, una forma extraña de aparecer. Por mail, Cristina me dice “nunca me sentí abstracta, sino figurativa”, lo pienso y dudo, algo me dice que ella está en lo cierto: las emociones sobrepasan el mero lenguaje y se derraman sobre sus obras, alcanzan a la abstracción y la quitan de su aislamiento, todo radica ahí, la vuelven vulnerable.
Francisco Lemus
Marzo de 2015

Artistas expuestos en esta exhibición