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En memoria a Sebastián Miranda

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El color de la sombra

Valeria Vilar

LA MEMORIA GLOTONA “A veces, a la desesperada, asociamos una historia con otra porque aplacanuestra avidez de significado. Y si estamos navegando las extrañas regiones de lamemoria, como siempre hacemos, entonces cabe esperar que saltemos de un héroea otro, de...

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septiembre 2019 — septiembre 2019

LA MEMORIA GLOTONA

“A veces, a la desesperada, asociamos una historia con otra porque aplaca
nuestra avidez de significado. Y si estamos navegando las extrañas regiones de la
memoria, como siempre hacemos, entonces cabe esperar que saltemos de un héroe
a otro, de un momento de la vida a otro”.
Siri Hustvedt (Recuerdos del futuro, 2019).

Me resisto a asociar inmediatamente lo que ven mis ojos a lo que me lleva la obra de
Vale: infantil, juego, color, Alicia en el país…
Quiero memoria.
Era 1999 y yo, devastada por una ruptura sentimental, me distraía visitando a mi
hermano en su casa de Villa Urquiza. Fue una de esas tardes cuando la vi, con su
vestido fresco y su cara de Elisabeth Shue porteña. Me enamoré de inmediato. Su
sonrisa y desparpajo, siempre la mejor vestida (Andy Warhol la hubiera invitado a su
fábrica), sus rulos y sus gritos: ¡Vanesa!
Un día empezó a pintar. La visité en algunos de sus talleres y wow, allí me encontraba
siempre con lo desaforado, la fiesta en la pared, los juegos, la felicidad presumida,
alguien observando el desorden ordenado… Todo en la tela. Esto no es inocente, sino
una verdad brutal que viene de no sé dónde… ¿Memoria? Pensaba. La frescura siniestra
no se esconde, esparce alegría y terror.
Lo sugerido.
La niña sin cabeza vuela, las flores inquietan, también hay una casa oscura que trae una
ola gigante para proteger unos pies.
Amo el desvarío, lo variado y lo valioso de un fantasma que… ¿Nos protege? Pero… ay,
qué miedo me da y que ganas de meterme en esa casita, quiero tu falda y volar con vos.
No quiero protección, quiero mirar…
Hace unas semanas volé a Buenos Aires en un viaje relámpago y visité su taller. Ahí
estaba ella, Valeria, mi Elisabeth, con sus papeles en la pared saltando, otra vez en una
fiesta, sonreímos, yo miro: ¡hola chicos! El conejo contempla la estrella que duerme,
mientras la niña bien vestida olvida su cabeza para huir del animal rosado y silencioso.
¿Cuántas veces te lo dije?
La memoria es glotona.
No vengas a recordarme nada que ya esté escrito, quiero vivir en estos cuadros, en este
instante, hundirme en el desconcierto luminoso, llorar y reír cuando se me de la gana y
gritar ¡Valeria!

Vanesa Salatino
Barcelona, julio de 2019.

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