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En memoria a Sebastián Miranda

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Disco

Sergio Bazán

“Disco” no es un intento por comprender la música, no es un homenaje ni un acto de traducción. Es la evidencia inefable de que algunas imágenes son contraseñas para la memoria, y como metáforas de la vida, crean alteraciones en...

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agosto 2023 — octubre 2023

Miranda Bosch Galería

“Disco” no es un intento por comprender la música, no es un homenaje ni un acto de traducción. Es la evidencia inefable de que algunas imágenes son contraseñas para la memoria, y como metáforas de la vida, crean alteraciones en el paisaje de lo cotidiano. Y es en esa transformación donde Bazán pone en juego la relación entre lo que es el mundo y lo que se percibe de él. Allí se aloja “Disco”, en el engarce entre lo íntimo y lo externo, en lo que queda de un recuerdo cuando es tamizado por la memoria, un registro donde solamente permanece lo bello, importante o triste. La pintura de Bazan condensa una red de ideas que giran en torno a la huella en un territorio anegado, la memoria, y cómo se fija en ella lo etéreo.

Como si fuesen capítulos, las obras se desenvuelven exponiendo una diferencia entre lo que evocan y lo que son. Al tomar la música como objeto de estudio, como herramienta que impulsa su pintura, Bazan evidencia la distancia entre lo que un objeto es y lo que despierta. La subjetividad e intimidad propuestas se ven potenciadas por la música que trae a la enunciación otro registro de otro artista. Este mecanismo marca de manera extrema la capacidad del arte de ser objeto y ser memoria, de tener cuerpo y ser eterno. Bazan trabaja entonces como un alquimista que mezcla lenguajes en una búsqueda que excede lo físico, lo tangible y hasta lo escrito. El artista elige dos medios que tienen la capacidad de transferir lo indecible. La palabra carga con una maldición, ya que tiene la difícil tarea de traducir lo oscuro e íntimo en algo tangible y exterior. Así es como a veces se queda corta, ya que las cosas, tangibles o no, tienen una profundidad infinita. La música y la pintura no narran, sino que presentan, y es posible que esto ocurra porque son metáforas de lo real y no versiones que contornean el carácter de lo insondable.

Como faros en su trabajo, las metáforas de Bazan actúan sobre lo profundo de lo cotidiano. Como si fuese un tesoro en un fondo recóndito de sí mismo, la pintura emerge como el resultado de su trabajo como alquimista de la imagen y el sonido: se escucha el mar sobre el piano, los dedos al contacto con el vinilo, el piano de Satie con solo ver una pintura. De esa forma, su estrategia interviene al fijar en su pintura una mitificación de lo propio, como su relación con la música, porque, ¿qué otra forma hay de fijar lo etéreo, si no se levanta a la altura de un mito? Algo tan real como fantástico, tangible en su perseverancia en la memoria y volátil como un sonido.

A lo largo de la historia, los mitos fueron fijados con una misma táctica: la pintura. En pared, vajilla, suelos, techos y telas; los cambios climáticos, terremotos, migraciones y otros hechos para la humanidad fueron elevados a la altura de mitos para recordarlos de alguna forma y poder entenderlos.La música ocurre en el tiempo, la vida también. ¿No es esta pintura una intención de suspender el tiempo ? ¿de retener un instante, recuerdo o sonido, y volverlo eterno? No se trata de un acto de nostalgia, sino de transformar esa célula bella en el origen de algo permanente, de pensar a la pintura como la memoria de la humanidad.

– Clara Ríos (julio 2023)

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