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En memoria a Sebastián Miranda

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Entrevista a Agustín Sirai

Una pequeña habitación con un balcón desde donde se ve la ciudad de La Plata y varias plantas formando una hilera perfecta hacen de taller para Agustín Sirai. Allí, de donde es oriundo y donde reside actualmente, despliega también todo su arte.


Dos paredes de la habitación fueron tomadas por completo por las obras que están en proceso, a la espera de una pincelada o de más detalles que suelen caracterizar su pintura. Al costado, sobre una banqueta, descansa una caja de cartón con una infinidad de óleos mezclados y algunos pedazos de tela con manchas de colores que portan los pinceles.
En una libreta de hojas blancas, Sirai hace algunos bocetos en lápiz, aunque otros los lleva en la piel. Entre sus tatuajes podemos descubrir la escena de un cuadro de Edward Hooper (uno de sus artistas referentes) y el dibujo de dos manos sosteniendo una tela. “Este tatuaje lo vinculo a la pintura porque más allá de que un cuadro está hecho en tela y puede ser el soporte de una imagen, al mismo tiempo es una superficie que puede ocultar o develar algo”, explica.
Su vínculo con el dibujo se forjó cuando tenía apenas tres años y dibujaba (sin copiar) cada uno de los personajes de su historieta preferida: El hombre araña. Sin embargo, fue recién cuando terminó el secundario que retomó el contacto con el arte al ingresar a la Facultad de Artes de La Plata. “Tomé la decisión de casualidad, porque si bien siempre me gustó dibujar, iba a estudiar Letras. Pero un amigo se fue a anotar en la
Facultad de Artes y me terminé inscribiendo con él”, cuenta Sirai.
Azar o destino, alguno de los dos fue el que lo llevó nuevamente a tomar una decisión similar cuando culminó la carrera. Sirai pasó por distintos trabajos, pero ninguno en el que se abocara al arte por completo. “Un día de mucho calor, mientras pintaba una pared en uno de esos trabajos, me pregunté cuál era la diferencia de pintar un cuadro, en qué consistía el trabajo de ser artista y dedicarme a eso. Me dije: “Si no lo hago
ahora, no lo hago más”, y sin dudarlo renuncié”, recuerda.
En ese entonces, todavía alquilaba un taller con un amigo y comenzó a pintar con mayor continuidad, apostando todo a la producción artística y dedicándole el tiempo que merecía. También decidió dar sus primeros pasos como ayudante de cátedra en la facultad para transformarse en docente.
“Si bien hoy el arte es mi medio de vida, creo que mi camino fue un poco a los tumbos y más sinuoso que el de algunos colegas”, destaca Sirai, que se encuentra en plena producción de nuevas obras que formarán parte de una muestra que podrá verse este año en la galería.